Belgrado, la vibrante capital de Serbia, es una ciudad llena de contrastes donde lo antiguo y lo moderno se mezclan de manera encantadora. Desde que llegué, su energía me atrapó. Si bien no es el destino europeo más conocido, está lleno de historia, vida nocturna, y cultura, lo que lo convierte en una parada imprescindible en los Balcanes.
Mi primera parada fue la Fortaleza de Belgrado. Ubicada en la confluencia de los ríos Danubio y Sava, la fortaleza es el corazón histórico de la ciudad. Desde sus muros, las vistas panorámicas de los ríos y la ciudad son impresionantes, especialmente al atardecer.
Caminando por los alrededores, me encontré con el Parque Kalemegdan, el espacio verde más grande de Belgrado, perfecto para relajarse después de explorar la fortaleza. El parque es un lugar donde locales y turistas se mezclan, disfrutando de la sombra de los árboles y la tranquilidad en medio del bullicio urbano.
Belgrado también es conocida por su vida nocturna. Fui a Skadarlija, un barrio bohemio que recuerda al Montmartre de París. Sus calles empedradas están llenas de restaurantes tradicionales, llamados kafanas, donde se puede disfrutar de la mejor cocina serbia acompañada de música en vivo.
El ambiente es cálido y acogedor, y no es difícil terminar la noche brindando con rakija, el licor local, con desconocidos que rápidamente se convierten en amigos.
Otro lugar que no puedes perderte es la Calle Knez Mihailova, la arteria principal de Belgrado, llena de tiendas, cafés y artistas callejeros. Es el sitio perfecto para una tarde de paseo o para sentarte en una terraza y observar la vida local.
Muy cerca de ahí se encuentra el impresionante Templo de San Sava, una de las iglesias ortodoxas más grandes del mundo. Su majestuosidad es sobrecogedora, tanto por fuera como por dentro, donde los frescos dorados y los detalles arquitectónicos son impresionantes.
Sin embargo, una advertencia importante: ¡cuidado con los taxistas! Por desgracia, en Belgrado es conocido que los taxistas pueden ser unos verdaderos ladrones. Si bien no todos lo son, muchos se aprovechan de los turistas, inflando los precios o tomando rutas más largas de lo necesario.
Dejando de lado las experiencias con los taxistas, otra de las joyas de la ciudad es Zemun, un antiguo pueblo a orillas del Danubio que hoy es parte de Belgrado. Aquí, la atmósfera cambia completamente. Las calles son más tranquilas, las casas tienen un encanto histórico y el paseo junto al río es ideal para una tarde relajada. Desde la Torre de Gardoš, obtienes una vista increíble de Zemun y el río.
Belgrado es una ciudad que sorprende. Puede que los taxistas intenten sacarte un poco más de dinero, pero sus encantos te harán olvidar esos malos ratos. Desde su impresionante historia hasta su vibrante vida nocturna, esta ciudad tiene algo para todos.
Definitivamente, es un destino que no debes pasar por alto si estás explorando los Balcanes.
Enrique Kogan